17 de septiembre de 2008

Olas lentas como lenguas sucias lamen restos inconexos de hormigón y acero. Un mar frío, una bahía desolada.

Un camino empedrado corta la yerba y entra en el agua. Su estela, como una red rastros de limaco, se extiende y alarga.

Emergen del mar siluetas humanas. Macilentas sombras en marcha sonámbula, encauzan su camino por la calzada.

En la lejanía el perfil colosal de una pirámide, fulgurante y ominoso como una gris llamarada.